No me imagine el horror que se siente tenerle miedo al miedo. El miedo a cualquier cosa —como ya lo tuve— no tiene comparación. Solo es un temor mínimo. Pero miedo a caminar hoy por mi ciudad, a escuchar lo que he grabado y a respirar lo que he olido, me hace temblar por dentro.
Y es que, estoy sorprendida de que una persona a la que no conozco, utilice mis manos, mis pies, mis ojos, mi boca, mi cuerpo, para que tenga vida. Una persona que te hace tener miedo de tu mismo cuerpo, que no sabes a dónde te llevará hoy por la ciudad.
Una persona que se enfurece si la atacan, que no permite ser ofendida y se vuelve impúdica, para terminar jugando una sonrisa burlona en mi rostro. Una persona que apreció para ocupar el vacío que dejaste tú. Aunque me da miedo, me gusta su presencia. Me dan seguridad sus pasos astronautas por cada uno de mis planetas.
Hoy mi miedo es: Hacerme suya, de una persona que no conozco. Me espanta ser utilizada por una persona que ha aparecido en éste túnel, y aunque le temo, ella es lo que yo siempre quise ser; Sí se fuera, mi vida volvería a ser vacía, no podría grabar esos sonidos que ella escucha, no absorbería esos aromas que ahora me gustan. Si se fuera de mi vida, no caminaría nunca más por las noches en esta ciudad tan inmensa y agresiva.
Estoy amando a esta persona y me da miedo no conocerla, porque cada noche me sorprende más y más. Tal vez nadie lo entiende, porque yo no lo entendía, pero hoy sé que es el relleno de un frasco de cocaína, que va llenando como el frasco se va vaciando… así ella va llegando. Le temo, pero la amo. Amo su presencia y me da miedo su poca inocencia.
Aquí esta, ya llego…
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