jueves, 27 de mayo de 2010

Érase una vez...

Ella, es como cualquier persona, bueno para mí es muy especial, hace poco recordaba con ella algunas historias graciosas de su infancia, puedo decirles que tuvo una infancia media complicada porque casi nunca estaban sus padres con ella, pero eso sí, muy divertida. Lloraba cuando su mamá no quería ayudarla hacer sus trabajos, pero era un chantaje para que su mamá estuviera con ella.

Su infancia puede parecer triste, por varias razones, pero tiene varias historias chuscas, como esta que les voy a contar:

En una ocasión le dejaron hacer un trabajo manual, que después exhibirían en una exposición al fin de cursos —cursaba tercer año de primaria— tenía que elaborar una tortuga de peluche, todos los materiales los vendería una señora que iría por ellos a la Ciudad de México. Pero su mamá le dijo que ella le compraría la tela de peluche en “la Capital” porque haría un viaje ahí el fin de semana y lo demás después lo conseguirán con su abuela materna, pues su abuelita tenía como oficio el de “corte y confección”. No estaba emocionada, estaba emocionadísima, pues a la semana siguiente la maestra llevó el modelo muestra de cómo quedarían sus tortugas y así igual que la de muestra quería que fuera la de ella. Eran principios del mes de junio y todas las tardes las madres de familia tenían que ir con sus hijos para avanzar con las tortugas. La maestra dijo que tenían que ir sus mamas o alguna persona adulta ayudarlos porque ella no iba poder atender a todos y necesitaban ayuda de un adulto para poder hacer las tortugas. Su mamá no iba poder ir, y sus tías no tenían tiempo. —La niña— le llevó un recado escrito por su mamá a la maestra, en donde decía que no podía ir, pero que ayudaría a su hija en su casa.

Ella se empeñó en ir sola en las tardes para ver como harían las tortugas y hacer la de ella. Las madres de sus compañeritos la ayudaban a cortar su tela (su peluche era distinto al de sus compañeros, porque el de ella era duro y áspero), la maestra le indicaba como cosería su mamá los cortes. Se desesperó y dejo de ir en las tardes, le prometió a la maestra que la haría en su casa, con su mamá. Su mamá tenía demasiado trabajo y solo le puso la muestra de cómo cosería, así que lo demás lo haría ella sola. En las tardes jugaba y no avanzaba, (típico de un niño), pero a dos semanas para la entrega de sus trabajos, cortaba, cosía, descosía, al derecho, al revés; y para el colmo le faltaba material que su mamá le dijo que le llevaría después. Al pedir su material, —el relleno, los ojos, boca, y una varilla en forma de “S” que sería para sostener el cuello de la tortuga— su mamá le dijo que le daría de relleno unos trapos viejos que no utilizaba, y los ojos y boca ella los dibujaría, y por lo de la varilla, dijo que su papá tenia unos alambres viejos o con un “gancho” para colgar ropa lo diseñarían…

El día llego, y ella no quería entregar su trabajo pero sino lo hacía la amenazaron con no entregarle su boleta de calificaciones. El día de entrega sería el mismo día de la ceremonia de clausura del curso escolar, a las 8 A.M.; En una bolsa negra de nylon llevaba su tortuga… ups —creo que no quedó como quería— pero en fin ahí estaba su primer trabajo hecho por ella. Al ponerla en el espacio que le correspondía, por cierto señalado con su nombre en un papelito, (aquí es donde me da risa) puso la tortuga, quito el papel con su nombre y salió corriendo del salón. La maestra la había observado. Cuando daban el recorrido para ver las tortugas la de ella, era media bizca, con las patas chuecas, y con un cuello que aparentaba que la tortuga no tenía ganas de dar la cara, o estaba media cansada para enderezar su cabeza, había cosido los pedazos de tela que formaban el caparazón mal. A todos les causaba gracia su tortuga, y a ella le daba un poquito de pena, Esperó que todo terminará y todos se fueran, para ir por su tortuga y su calificación.

Adentro en el salón la maestra le preguntó: ¿Quién hizo esa tortuga?, —la niña contestó, sin pena y con una sonrisa— “Yo solita maestra”, —dijo la maestra— excelente trabajo pequeña, tienes 10.
En su casa nadie se había dado cuenta de que ese día la llevó a la exposición y cuando la vieron, morían de la risa, — ¿así la llevaste? — preguntó su mamá, quien se sentía muy apenada por no ayudarla. La felicitaron por hacerla sola, y saben, aún conservo mi tortuga…

1 comentario:

  1. jajaja... creo que hace muchos años si vi la tortuga del pescuezo guango jajajaja

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se dice que:

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