por si te lo preguntas...

El día había llegado, la propuesta tuya y la promesa mía estaban por cumplirse. Los fines de abril y principios de mayo, serian testigos de mi primera aventura. Estaba nerviosa, no pude dormir en esa noche y parte de la madrugada, sentí como si me faltara el aíre y mi corazón explotaba, cuando oí la alarma de mi teléfono sonar; el reloj marcaba las 4:30 A.M. todo ya estaba planeado.

Pasarías por mí a las 5 A.M., el permiso para salir; era un fin de semana con mis amigas a una playa, pero aquí empezaría nuestra aventura, mi mejor aventura para ser sincera.

Retomo, cuando mi alarma sonaba, —yo no estaba dormida—me puse un pantalón muy ligero con una blusa rosa, que tenía un gran escote, tome mi sudadera y lo demás pues es típico de un viaje (peinarse, lavarse dientes, maletas, etc.), toqué la recamara de mis padres y dije que les marcaria cuando estuviera en playa jejeje. Tú ya estabas a dos cuadras de la casa, con un taxi esperándome, cuando me viste lo primero que dijiste —¿nerviosa? —, y yo mentí dije: emocionada.

No redactaré detalles de viaje, por aquel pleitecito que tuvimos en el autobús, mejor diré que supiste como conquistarme de nuevo a una hora de llegar a nuestro destino. Además que yo estaba emocionada y pase por alto lo demás, me propuse a disfrutar de ese viaje y el estar a tu lado, era la primera vez que me sentí adulta, madura, como para tomar esta decisión de mentir y escapar contigo a una aventura de amor, de locura, de fantasía.

Llegamos a un paraíso que tenia temperatura de un infierno, nuestro taxi ya estaba en la puerta de la terminal, para llevarnos a la reservación que teníamos en nuestro hotel de lujo jajaja, sin desempacar, propusiste cambiarnos e ir a comer y caminar por aquella arena que aún siento en un recuerdo, tocar mis plantas de nuevo. Por unas horas nos convertimos en dos niños emocionados que no encontraban sus juguetes de playa. Yo te regalé unos besitos por ese maravilloso momento que me regalabas. Mis padres ya tenían noticias mías y todos estabamos más tranquilos.

Me puse el short que me llevaste de regalo, y caminamos juntos por la playa por mucho tiempo, me explicaste varias cosas que no conocía, después comimos unos deliciosos mariscos con unas refrescantes cervezas. Antes de regresar a la alberca del hotel, jugamos con el mar con si él fuera complice de nuestras travesuras, mis felicidad era máxima, por un momento sentí ganas de llorar por no creer todo lo que pasaba, tú y yo solos en un paraíso, jugamos, reimos, nos amamos, y porque no decirlo, en ocaciones nos peleamos.

El sol empezó a enrojecerse y recorrimos la paya para ver como se esconde el sol en el mar, apareciendo unas horas despues la luna llena más hermosa que nunca, sentandos bajo un cielo obscuro, y escuchando esa melodía que solo el mar sabe silvar, nuestras pieles se pegaban, nuestros olores se gustaban y nuestras bocas se besaban.

Nos fuimos a descansar al hotel, ahí en nuestra recámara sentí un frio inmenso como si fuera la calefacción —pero no lo era—, era la emoción de estar entre tus brazos, era el amor de estar a tu lado, era el miedo de la primera...

La noche apareció con una sonrisa que jamás le había visto, un servicio de cuarto, una botella de vino, fueron las cerezas del pastel que habíamos preparado.

Despertamos, como despiertan los recién casados. El viaje estaba a punto de terminar y para no prolongar más el cuento, no gastar el teclado y no cansar más mis dedos, la historia fue idéntica que el día pasado, solo que ésta vez amanecimos en el autobús y platicando.

Que cómo regresamos ya es historia, que si estamos distanciados es el destino, querias saber si lo recuerdo, no lo olvidaré nunca, si volverá a repetirse, no lo sabemos…